El coche eléctrico cada vez más cerca [El Mundo]

Mucho se está hablando estos días sobre la implantación en España del vehículo eléctrico. Debates y más debates en los que aparecen defensores del nuevo modelo de movilidad.

España es un país de contrastes. Hemos pasado en muy poco tiempo de tener un “impuesto al sol” con sanciones al autoconsumo a un borrador de una normativa que propone sancionar con 30 millones de euros a aquellas gasolineras que no tengan un punto de carga de 22kW para coches eléctricos.

El anuncio de una posible prohibición en 2040 de la fabricación de vehículos con motores de combustión ha desatado cierta alarma y confusión tanto en la industria del automóvil como en aquellos sectores económicos que dependen directa o indirectamente del uso de este tipo de vehículo.

Aun así, no convendría olvidar, que las líneas que marca el Gobierno en el borrador de esta nueva ley no son medidas aisladas en el entorno internacional, sino que vienen a avanzar en el cumplimiento de los objetivos marcados por la Eurocamara para 2030 y de los compromisos que España adquirió en el Acuerdo de París en 2015.

Seguro que será difícil encontrar a alguien que esté en desacuerdo en que España cumpla con esos acuerdos; que esté en contra de las beneficiosas consecuencias de este tipo de medidas tiene para el medio ambiente, en definitiva, que se oponga a dejar un mundo mejor a nuestros hijos. Una reflexión personal cada vez más recurrente a quien, como yo, está a poco tiempo de ser padre por primera vez y que afecta sin lugar a duda a la forma en la que pensamos sobre futuro. Entonces, si todos estamos de acuerdo en lo beneficioso que puede ser ese cambio de modelo, ¿dónde está el problema?

Principalmente es un tema de tiempo y forma. Venimos, de la oscuridad más absoluta en materia de energías renovables y movilidad eléctrica. Estábamos parados, como si esa nueva corriente no fuera con nosotros; pero eso no significa que en el resto del mundo estuviese pasando lo mismo, es más, todo lo contrario. En Noruega, por ejemplo el 29% de sus coches son eléctricos, y planean que en el 2025 lo sea el 100% del parque automovilístico. Y también muy conocido, es el caso de Tesla que en Estados Unidos ha incrementado sus ventas extraordinariamente, llegando a estar entre el top 5 de los turismos más vendidos. Sin duda, ha sido un impulsor del cambio y una demostración de que es posible.

Y en España, donde los coches eléctricos todavía suenan lejos, de repente, surgen planes con vistas a 2040 que afectan a sectores fundamentales de la economía como pueden ser el de la automoción y el petrolífero y que han generado alarma y confusión. Los plazos sobre los que habla el borrador de la Ley  de Cambio Climático y Transición Energética del Gobierno no parecen descabellados, pero tampoco ha habido un proceso de diálogo que permita a todos ir en la misma línea. Y recalco, que tanto esos dos sectores, como los que fabricamos tecnología (en este caso renovable y de carga eléctrica) y el usuario final, estamos de acuerdo con el objetivo final. Y esto, debería ayudar.

Debemos contextualizar en el entorno internacional la propuesta del Gobierno de limitar a 2040 la fabricación de vehículos alimentados por combustibles fósiles. Y es que otros países tienen fechas incluso más restrictivas, apuntando a 2030 como año límite para el cambio.

Entre esto, y que los precios del vehículo eléctrico van a empezar a caer paulatinamente a medida que aumenten el volumen de ventas, mucho antes de lo que pensamos, empezará a bajar la fabricación de coches de combustión, principalmente porque no tendrá clientes potenciales que los compren. Será un flujo natural de cambio, que no tendrá otra fecha que la que marque el propio mercado, es decir, el usuario final.

Sobre las infraestructuras de carga, a medida que disminuyan los coches de combustión, y hablamos como fecha tope 2050, de aquí 32 años, van a ir sufriendo un gran cambio. Las gasolineras afrontan un reto de adaptación a una nueva era tecnológica. Y esta adaptación pasa irremediablemente  por las energías renovables; que las estaciones de servicio sean capaces de auto-abastecerse desde su propio “pozo” energético a través de placas solares a un precio muy bajo, y, paulatinamente (hasta 2050), ir abandonando la venta al público de carburantes.

En todo este proceso el Gobierno debe actuar con responsabilidad. Durante los últimos diez años hemos pasado un duro camino por el desierto en la industria fotovoltaica, marcados por unas subvenciones inadecuadas, posteriormente canceladas retroactivamente dejando en la ruina al sector y a muchos inversores. Aprendamos por tanto de los errores del pasado, ayudemos a dar el empujón necesario para que las nuevas tecnologías cojan volumen, y puedan ayudar a fabricantes y usuarios, y monitoricemos el mercado continuamente para ver cuando es el momento de cortarlas por el bien de la sostenibilidad del sistema.

Por parte de los fabricantes de tecnología, creo que estamos preparados. Han sido muchos años de trabajo, invirtiendo esfuerzo en investigación y desarrollo, fabricando inversores solares y sistemas de almacenamiento energético, para, a día de hoy, estar preparados para el suministro de estaciones de potencia y postes de carga, y afrontar el gran cambio que se avecina.

La implantación de los coches eléctricos empieza a ser una realidad en muchos países de Europa y en poco tiempo, con la posible bajada del precio de venta de este tipo de vehículos, este será también el modelo de movilidad mayoritario en nuestro país. No debemos darle la espalda a un cambio tecnológico que se revela imparable y planteemos soluciones que beneficien a todos.

Javier Tomás, director de la Universidad Corporativa de Power Electronics

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